lunes, 18 de mayo de 2009

Obsesión.
Pero en el momento en el que hay comida delante, descontrol.
Bonito vómito, yo no puedo hacerlo. Me das envidia.
Yo pretendiendo ser mejor, anhelando ser capaz de obtener la manera de realizarme.
Tú, intrusa de mis pensamientos, captando cada onda que emite mi cerebro, colapsando mis sensaciones y desviando mi atención hacia aquello que consideras primordial.
Y es que no me dejas recrearme en mis otros problemas; te da igual si estoy perdiendo a mis amigas por un enfado entre ellas y que además mi pérdida progresiva de seguridad no ayuda precisamente a solucionarlo; te es indiferente si se avecinan exámenes y me siento incapaz de pensar sin fumar ni comer.
Eso da igual.
Sólo tú, maldito el día en que quise ser princesa. Ser la más bella. O quizás simplemente, más bella.
Cada día te atraviesas delante de mí, con tu coquetería insultante, tus maneras. Tus modelos. Y yo, una pelusa insignificante, una nada, me siento condenada a la autodestrucción. Quiero -no, necesito- comerme a mi misma. Devorárme. Destrozarme. Aniquilar cada molécula de grasa de mi cuerpo.
Me falta fuerza de voluntad.
Pero el día, se está acercando.
Sé que lo conseguiré y, entonces, podré vagar eternamente de tu lado.
Ana, seré eternamente tuya si me acoges de nuevo.
Estoy harta de que los demás no sepan entender mis posiciones, ni valorar todo aquello que hago por ellos.
Ayúdame a ser poderosa, a ser mi antiguo yo. A reencontrarme con la realidad que quiero ser.
A vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario